Ningún sentimiento
de culpa
se acerca al
desamparo de la propia alma.
Cuídame y cuídate,
no te abandones
ni aunque ya lo
hayan hecho.
Las estrellas en
tus ojos no mienten,
no perecen, y siguen
creando supernovas
en tus labios.
El calor irradia de
tu piel
y el viento, tan
celoso, lo roba con el
aire tan frío que
corta la sangre y el corazón.
Un azul intenso y
un verde puro
compiten por robar
tu atención,
pero escúchame, no
te abandones
ni aunque ya lo
hayan hecho.
Ruge como el calor
de agosto
y brilla como el sol
de diciembre.
Mis manos tan frías
que te erizas,
ven aquí, y susurra, que la estática
también se cela.
No escuches a nadie
que no vean tus
galaxias y no les enseñes
ninguna estrella,
por muy vieja que sea.
Es tuya y cuando se
arranca aún duele,
que el tiempo no
cura pero si olvida
aquellos
sentimientos que duelen.
Ya no miro al
cielo,
miro tus ojos,
exhaustos, casi acabados,
demacrados de tanto
quemarse por otros
cuando lo que ciega
son tus estrellas.
(cc)