Abrazame el cuerpo
aún caliente y
susurrame que no
todo acaba sin
adiós.
Que hay un final
para cada cosa,
uno por el que valga
la pena
vivir la vida, o al
menos
sufrirla; solo para
ver el final
de una película tan
desgarradora
que nos quite las
ganas
de tal forma que ni
las busquemos.
No dejes que se
enfríe
que luego viene la
parálisis.
No quiero quedarme a
ver el final
de nadie, mas que el
mío propio;
solo quiero ver mis
ojos, agotados
después de tanto
desgaste por
vivir la vida, o al
menos
sufrirla; no quiero
que te quedes,
no quiero que los
veas ni que
me veas a mi, tan
pálida que corte
la sangre ajena y
pause el final.
No, no quiero ver
el final
de nadie, mas que el
mío propio;
con supernovas en mi
piel y estrellas
en mis dedos. Dejame
acariciarte
una vez más, sólo
para saber cómo es
aquello que llaman
cielo; estaba
convencida de que el
limbo era tu cuello,
y ahora lo sé: que
era mentira,
que tu piel no alcanza la suavidad
de tu voz en la
madrugada cuando te
despiertas y me
preguntas porqué te miro.
No veas el final de
la película,
no te quedes en el
cine, o al menos
a mi lado, viendo mi
vida.
No soportaría ver
tus ojos mancharse
porque el final
llega antes de lo que
calculé. Tranquilo,
si no me dejas
lo hago yo y promete
que sólo
recordaras las
miradas de madrugada
donde supe que las
luces no se apagan.
(cc)