Su respiración
pausada hacía el silencio de la sala aún más ensordecedor de lo
que ya era. Aquella noticia había causado el silencio y la
desesperación que inundó a aquella tímida chica que supo su
primera risa verdadera con aquel grupo de chicos totalmente
desconocidos para ella.
Quería llorar.
Quería gritar hasta que sintiera el mismo dolor físico que
emocional. En un mísero instante había vuelto a aquel círculo negro
que antes la rodeaba. La necesidad de apaciguar aquella cólera
instantánea emanó de ella como nunca lo había hecho. Aunque el
sentimiento fuera casi desconocido para ella, lo recibió como un
viejo amigo para dejarlo actuar en toda ella como un perfecto igual.
Quería, sentía
que sus pulmones debían sangrar de la misma forma -literal- que lo
hacía su corazón en ese momento. Las sienes le palpitaban incluso
más fuerte que su órgano principal. Sentía que su piel ardía
sobre la sangre que éste bombeaba. Necesitaba calmarse, calmarlo.
Levantó los ojos
de sus muñecas prácticamente como papel cortado y vislumbró la
foto de aquel grupo de chicos y pensó en todas la veces que esa foto
había evitado que ella llorara y la idea de que esa misma foto la
hacía llorar ahora, fue una ironía que decidió no tomar. No estaba
preparada. Nunca lo había estado a pesar de todas las veces que su
mente le había debatido la posibilidad de uno de ellos dejándola. Y
ahora estaba pasando mientras ella creía que aquella ridícula
situación podía ser una completa farsa.
Volvió, por otra
vez, a leer el artículo que confirmaba lo que la había puesto en
esa situación en primer lugar. Era como si todo su cuerpo, cada
parte en sí misma, hubiese aceptado el hecho de que uno de ellos sí
que la estaba dejando; mientras que aquel conjunto, ahora de
completos nervios y palabras indefinibles, no acababa de procesar
las palabras que aparecían en la pantalla del ordenador.
La incredulidad ya
no llenaba sus ojos apenas, sin embargo algo más profundo empezó a
formarse en el fondo de éstos. Algo tan amargo casi como la pura
rabia tras una traición. Y es que eso sentía ella. Como una
llamarada incendiando lo que le había costado tanto crear.
¿Y las promesas?
¿Qué fueron de ellas? ¿De los momentos? ¿Tiene que ser algo más
que esto, verdad? ¿Simplemente las pequeñas cosas desaparecieron?
¿Cambiaste tu mente sobre todo?
Tantas preguntas
con tan pocas respuestas. Dónde irá mi corazón ahora, si está
roto, mientras el espacio entre nosotros se hace más grande cada
vez.
La chica sentía
que, de alguna forma, esas preguntas iban a perecer ahí, en el aire.
Pero una de ellas
sí tendría respuesta en contra de las otras: ¿
Podemos empezarlo
todo de nuevo?
(cc)